CIUDAD DE MÉXICO, México. El 5 de julio en Italia no es una fecha cualquiera. Al menos no desde hace casi cuatro décadas.
Ese día, la vida en Nápoles cambió para siempre: marcó un punto bisagra en la vida de esta ciudad al sur de este país.
Pero volvamos en el tiempo, a una calurosa tarde de 1984. Ese día inició un idilio, un vínculo que es indivisible. Porque pensar en el Nápoli es evocar ‘al Diego’. Y más ahora que su amado ‘Gli Azurri’ volvió a ganar un scudetto, algo que no sucedía precisamente desde que el Diez era el Diez de este club.
El reloj marcaba las 18:25 horas locales. Ahí empezó un sueño, como lo hace un año nuevo al dar las 00:00 de cada 1 de enero.
Porque Diego Armando Maradona pisaba por vez primera el mítico Estadio San Paolo para ser aclamado por más de 80 mil almas que se congregaron en el coloso y darle una bienvenida al, quizá, jugador más genial de la historia.
“Maradona, ere el Carlos Gardel de la Pelota”.
Sí, ‘ere’. No es un error ortográfico. Así rezaba un ‘trapo’ colgado en lo alto del inmueble luciendo los colores del SSC Nápoli.
Y mientras ‘Maradó’ cruzaba el campo, la barra de Forcella -conocido barrio napolitano- arengaba al resto de los congregantes a gritar ‘Diego, Diego’ al sonoro rugir de cien tamboriles, según relató El Gráfico.
Pero esta histórica fiesta tenía contextos, motivos para llevarla a cabo. Porque pocos pensaron que un club modesto podría hacerse de un jugador con etiqueta de estrella y que provenía del Barcelona español. Tensas y largas negociaciones finalizaron en un pago de 7.5 millones de dólares para hacerse del hombre surgido de Villa Fiorito.
El estadio vibra en todos sus rincones. El ambiente es argentino. Resuenan los ‘bombos’ y, por los altoparlantes, se escucha a todo volumen ‘El Himno a Maradona’. Diego es el amo y tiene a Nápoles a sus pies para nunca más abdicar a un trono que, aún en otro plano, nadie más en vida podrá arrebatárselo.